¿Habéis visto alguna vez ese “saber más” que ponen las webs o en los artículos de las revistas? Pues cuando a mí me interesa un tema (y me interesan muchos) siempre voy a mirar en ese apartado. Y algo así es lo que me ha pasado últimamente con el vino. Sucede que nunca he sido muy aficionado a las bebidas alcohólicas. Cuando siendo un chaval todos a mi alrededor se afanaban en “aprenderlo” todo acerca del alcohol, yo tenía otros intereses.
Pero los tiempos fueron cambiando, yo fui madurando, y comencé a mirar con otros ojos a la cerveza y el vino. No como un instrumento para “pasarlo bien” sino como el mejor maridaje posible para la comida, otra gran pasión. Y viviendo en Galicia es muy fácil apasionarse con la gastronomía y el vino. Pero entonces quise “saber más”. Aprendí más acerca de la viticultura y comencé a visitar bodegas galicia. Si lo tenía todo tan cerca, ¿por qué no aprovechar mi tierra para ampliar mi pasión?
Yo entiendo que la mayoría de la gente a la que le gusta comer y beber no tengan demasiado interés en conocer los procesos de elaboración de determinados productos o cómo llegan a nuestra nevera. Por ejemplo, ¿desde cuándo consumimos marisco? ¿Dónde comenzó a consumirse este alimento y por qué? Pues esos son los tipos de cosas que a mí me interesan y que, tal vez a otros fanáticos del marisco, con que el plato esté como tiene que estar, ya es suficiente.
Cuando comencé a visitar bodegas Galicia empecé a aprender un montón sobre esta tradición que se remonta a muchos siglos atrás. En no pocos casos fueron los monjes de los monasterios los primeros en retomar las viejas costumbres prerromanas y romanas de cultivar viñas. Fueron ellos los que recuperaron la tradición. ¿La excusa? El vino para celebrar la Eucaristía, por supuesto.
Pero es evidente que aquellos monjes, como nosotros, también disfrutaban de combinar el vino con la mejor gastronomía gallega, de la cual ellos también sabían un poco, además de leer las Sagradas Escrituras.