Al contratar seguro privado o público, cada vez son más los usuarios que se interesan por las ventajas y desventajas del primero frente al segundo. La popularidad de la asistencia privada radica, en primer lugar, en ofrecer a sus contratantes un amplio cuadro médico que les permite elegir al especialista que mejor se adapte a sus necesidades específicas.
La libre elección del profesional sanitario contrasta con la asignación predefinida de la Sanidad Pública, pues si bien los ciudadanos tienen derecho a elegir al especialista que deseen, la oferta habilitada en las Administraciones públicas es sensiblemente menor a la disponible en el ámbito privado. A ello se suma la variedad de clínicas y centros hospitalarios que los clientes de seguros privados pueden escoger.
Las listas de espera son una de las mayores desventajas de los seguros de salud públicos. Las consultas y pruebas diagnósticas pueden demorarse semanas y meses, sin posibilidad de acelerar el proceso, salvo en raras excepciones. Los clientes de seguros privados, en cambio, disfrutan de una mayor agilidad administrativa, recibiendo asistencia con menores tiempos de espera y disfrutando, por tanto, de una atención de mayor calidad y eficiencia.
De las pólizas de salud privadas también se destaca frecuentemente la mayor diversidad de servicios y de tratamientos accesibles. La cobertura pública, aunque amplia en comparación con la de otros países, no incluye ciertas intervenciones que serían prescritas en clínicas odontológicas, psicoterapeutas, etcétera, como sí sucede en la atención de salud privada.
No obstante, no es oro todo lo que reluce en este mercado. Las enfermedades más graves son derivadas a clínicas y centros hospitalarios públicos. El gasto que supone la contratación de un seguro médico privado puede suponer un obstáculo para las personas con presupuestos más ajustados o que atraviesen una situación económica difícil. De ahí que, pese a sus múltiples beneficios, no todos los usuarios se decantan por las pólizas privadas.